In vino veritas. Todos hemos escuchado esta expresión y posiblemente hemos creído que provenía del latín.
Pero aquí también, como era habitual, los romanos tomaron esta noción del griego: οῖνος καὶ ἀλήθεια (oinos kai aletheia). La encontramos ya en el siglo VI a. C., tanto en la obra del poeta Alceo (Fragmentos, 333), como en la de Ateneo (Deipnosofistas, II) y, más tarde, en la de Plutarco (Vida de Artajerjes), antes de leerlo en Cicerón (Tópicos) e, incluso, en el Talmud de Babilonia (Eruvin 65a).
En los círculos de enófilos, especialmente en la región del Loira, se citan hasta el cansancio los preceptos rabelesianos. Y se deleitan con la idea de la “divina botella” cuando el vino llega a la mesa. Sin embargo, la presencia física del vino queda eclipsada, en la obra de Rabelais, por sus poderes de oráculo. En el Quinto libro (cap. XLV), cuando escribió: “De vino, procede divino”, se evocaba una entrada en la religión o, al menos, en una búsqueda espiritual que superaba con creces la materialidad. Si bien su “pantagruelismo” presenta un carácter orgiástico, se trata solo de saber. La ingestión se produce con el fin de un ascenso del alma. El cuerpo es un humilde medio para la exaltación del espíritu.
También escribió: “Reír es lo propio del hombre”, y mucho antes que Bergson.
Considerar esta afirmación como una cita aislada da lugar a una interpretación totalmente errónea. De hecho, se corrige luego con estas palabras:
“No es reír, sino beber lo propio del hombre […]” 1.
Estas afirmaciones, verdaderas o falsas, forman parte de la génesis de la historia del vino y merecen nuestra atención renovada.
Mi formación como historiadora estudiosa de la Edad Media me lleva a poner en contexto las nobles palabras de la historia del vino para reconocer quiénes son sus verdaderos autores —ya sean escritores, aficionados principiantes o experimentados— y cuál es el alcance de su significado.
Las breves crónicas de esta nueva Nota enocultural —recordatorios periódicos de mi afición por la OIV, el vino y la historia—, me brindan la oportunidad de dar a conocer cómo estos grandes hombres que he seleccionado para ustedes han demostrado su simpatía por nuestra bebida favorita. Así, haremos de ellos nuestros interlocutores privilegiados, una suerte de intercesores que, espero, nos acompañen en la comprensión de nuestra propia relación con el vino.
Azélina Jaboulet-Vercherre
Desde que obtuvo su doctorado en Historia (Universidad de Yale, 2011), Azélina Jaboulet-Vercherre se ha dedicado a crear cursos sobre la historia y la cultura del vino, adaptados a diversas instituciones de enseñanza superior, en particular en la escuela Ferrandi Paris, donde hoy ejerce como profesora asociada.
En 2019, el Comité Científico y Técnico de la OIV nombró a Azélina en el cargo de presidenta del Jurado Internacional de los Premios de la OIV.
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1 Quinto libro, capítulo XLV: “Cómo interpreta Bacbuc la palabra de la botella”.
Del 22 al 25 de junio, la Unidad de Alcohol, Drogas y Conductas Adictivas (ADA) del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS organiza el FADAB, en la sede central de la Organización Mundial de la Salud. La OIV concurrió a este evento ayer, teniendo en cuenta que una de las principales misiones de la Organización es participar en la protección de la salud de los consumidores y contribuir a la seguridad sanitaria de los alimentos, como se especifica en el artículo 2.2 del Acuerdo del 3 de abril de 2001. En particular, a través de la vigilancia científica especializada, que permite evaluar las características propias de los productos derivados de la vid; promoviendo y orientando las investigaciones sobre las características nutricionales y sanitarias apropiadas; ampliando la difusión de la información resultante de dichas investigaciones a los profesionales de la medicina y la salud.
Como organización intergubernamental, la OIV apoya todas las acciones dirigidas a la reducción del consumo nocivo de alcohol. La Organización también está comprometida con los ODS, y a escala más amplia, este compromiso se observa en los Ejes del Plan Estratégico de la OIV. En particular, el Eje III “Contribuir al desarrollo social mediante la vitivinicultura” está alineado con el ODS 3 “Salud y Bienestar”.
Thomas Jefferson, heraldo del vino
Azélina Jaboulet-Vercherre
Profesora asociada en la escuela Ferrandi Paris
Todo hombre culto tiene dos patrias: la suya y Francia1
Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los padres de la democracia estadounidense y autor de la Declaración de la Independencia (4 de julio de 1776), fue un ardiente defensor del vino. Su afición por la enología hace de él un digno reflejo de su siglo y, a la vez, un precursor, lo que constituye en sí una deliciosa paradoja.
El vino, estandarte de la moderación
Por su carácter cosmopolita, su cultura humanista y sus opiniones filosóficas, Jefferson fue un hombre de su tiempo. Consecuente con sus principios, afirmó que el vino se diferenciaba de las bebidas alcohólicas. Pero fue mucho más allá cuando, al igual que los opositores a las ambiciones prohibicionistas de los primeros tiempos, afirmó que el vino era el remedio para el alcoholismo. Se unió así a una larga lista de eruditos médicos que, desde los autores del corpus hipocrático, habían incluido a esta bebida entre las herramientas terapéuticas más eficaces.
Un embajador en los viñedos
Durante su estancia en París (1784-1789) como ministro plenipotenciario en Francia de los jóvenes Estados Unidos de América, el “foreign gentleman” —como le gustaba autodenominarse— recorrió Francia y sus viñedos de incógnito y así reforzó su convicción de los beneficios del vino para la salud física y mental2. Sus cuadernos nos permiten reconstruir los pasos de un esteta del vino y los viñedos, que también apreciaba por su belleza3. En ellos, se nos ofrece una atractiva serie de rutas del vino, presentadas de forma imaginativa y personalizada. De hecho, bajo la pluma de Jefferson, el vino adquiere una vida digna del protagonista de una novela brillantemente escrita. Porque él supo pintar, con elegancia, un delicioso retrato de los vinos, que despierta en el lector no solo el deseo de degustarlos, sino también el de recorrer los viñedos de donde proceden. En sus cuadernos, lo pintoresco se codea con la observación rigurosa.
Valor diplomático
Este caballero diplomático tenía un gusto muy definido y proclamaba sus preferencias. Este inspirado catador elaboró una clasificación de los vinos de la región de Burdeos, que puede compararse con la más conocida, de 1855. A veces, olvidamos que esta última tiene un origen contable (surgido de datos suministrados por los corredores de la Plaza a petición de Napoleón III). Jefferson tampoco descuidó los elementos materiales (precio e impacto fiscal) ni los técnicos (métodos vitícolas). Sin embargo, resulta agradable descubrir que su clasificación es más sensorial, más sensualista, más estética. Podríamos descubrir en ella las elegantes resonancias de una vida social plena.
Además, Jefferson no se limitó a los dos “monstruos sagrados” de la viticultura francesa (Borgoña y Burdeos), sino que también estudió las tierras vitícolas del sur de Francia, del norte de Italia y de las inmediaciones del Rin, del valle del Mosela y de la región de Champagne. Con el transcurso del tiempo, su perfil de catador se fue ampliando hasta abarcar también el valle del Ródano, la región de Languedoc-Rosellón, España e, incluso, Portugal. Su curiosidad, su energía y su capacidad de concentración se pusieron al servicio de su motivación como enófilo y le permitieron afrontar las dificultades del transporte del vino (tiempo requerido, condiciones climáticas, ataques de piratas). Fue partidario de los intercambios directos con los productores —por sus ventajas en cuanto a precios y conversación— hasta el punto de convertirse en un referente para las autoridades fiscales. Un uso inteligente de la vía diplomática que aún hoy nos costaría imaginar.
Celebración del vino
Gracias a Lafayette, entre otros, pudo disfrutar de la vida de las figuras más brillantes de la Ilustración parisina. Podemos imaginarlo muy a gusto en esos salones, con la mente tan aguda como algunos de los vinos que describió (llamaba brisk [vigorosos] a los vinos que hoy denominamos “de aguja”).
Jefferson no era un coleccionista en el sentido museístico del término. Para él, beber era una celebración. Este augusto personaje era un razonable amante de las fiestas. Nadie discutía entonces su convicción de que el vino es un asunto serio. Es preciso honrar el momento de degustar el vino, ya que en él se combinan las sensaciones, las emociones y la cultura: el sentido de la Historia.
Este puritano encontró en el vino un poderoso medio de evangelización, pues el buen gusto no podía prescindir de la templanza. Comprendió la función social del vino: el “arte de saber vivir” no podría entenderse sin el “arte de saber beber”. Y esos saberes eran, en ese momento, franceses. El primer conocedor de vinos de la nueva América creía que era preciso exportar y replicar esos modelos.
Jefferson, heredero él también de miles de años de civilización, nos invita a recordar el papel del vino como noble medio de expansión del conocimiento y sabrosa herramienta de expresión cultural.
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1 Thomas Jefferson, citado por Bernard Ginestet en Thomas Jefferson à Bordeaux et dans quelques autres vignes d’Europe, Burdeos, Mollat, 1996, p. 118.
2 De la amplia bibliografía existente sobre Jefferson y el vino, quisiera destacar las siguientes obras: John Hailman, Thomas Jefferson on wine, Jackson, University Press of Mississippi, 2006; Jim Gabler, Passions: The Wines and Travels of Thomas Jefferson, Baltimore, Bacchus Press, 1995; Jim Gabler, An Evening With Benjamin Franklin and Thomas Jefferson: Dinner, Wine, and Conversation, Baltimore, Bacchus Press, 2006; Frederick J. Ryan, Jr., Wine and the White House: a History, The White House Historical Association, 2020, pp. 20-25.
3 Thomas Jefferson, Thomas Jefferson’s European Travel Diaries, ed. James McGrath Morris, Persephone Weene, Ithaca, Isidore Stephanus Sons, 1987.
La OIV celebró la creación de un consorcio entre Viña Concha y Toro (Chile), Moët Hennessy (Francia), Sogrape (Portugal), Familia Torres (España) y Yalumba Family Winemakers (Australia) con el fin de contribuir a promover y apoyar la tarea de divulgación técnica y científica de la Organización.
Un italiano ha sido elegido como el nuevo presidente de la Organización Internacional de la Viña y el Vino, con mandato durante los próximos tres años, como sucesor de la brasileña Regina Vanderlinde.
Luigi Moio es profesor de Enología de la Universidad de Nápoles y director del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino de la misma universidad.
Durante más de 25 años dedicó su labor a los aspectos sensoriales, bioquímicos y tecnológicos del aroma del vino. Es autor de aproximadamente 250 publicaciones científicas con un índice H de 41 en Google Scholar, 32 en Scopus y 32 en WOS, y ha sido citado más de 4800 veces en Google Scholar, 2800 veces en Scopus y 2900 en WOS.
Desde 1998, se desempeña como experto científico del Ministerio de Políticas Agrícolas de Italia. Desde el 2009 hasta el 2014, fue presidente del Grupo de expertos “Tecnología” de la OIV, y desde el 2015 hasta el 2018 presidió la Comisión “Enología” de la Organización. También se desempeñó como segundo vicepresidente de la OIV.
Asimismo, fue miembro de la Accademia dei Georgofili y de la Academia Italiana de la Vid y el Vino. Autor de libros y artículos sobre los aspectos científicos de la enología, a menudo es entrevistado como referente del sector vitivinícola en los medios nacionales italianos.
En 2016, publicó el libro Il Respiro del Vino para la editorial Mondadori, un ensayo científico sobre el aroma del vino que ganó numerosos premios. Esta obra se encuentra en su décima edición, con alrededor de 30 000 copias vendidas en Italia. En 2020 se publicó en Francia en idioma francés, bajo el título: Le souffle du vin, a través de la editorial Éditions France Agricole.
En 2001 fundó la bodega Quintodecimo, donde produce vinos de calidad superior con las denominaciones más prestigiosas de la región italiana de Campania.
En el marco de esta Asamblea General, también fueron elegidos los presidentes de los órganos científicos de la Organización: