Por Azélina Jaboulet-Vercherre
El tiempo pasa y los escritos permanecen...
Los flagelos de nuestra época (¿pero ha habido algún momento de la historia en que no se narre algún sufrimiento?) nos impulsan a un deseo imperativo de unirnos, cada uno según sus propias capacidades. Por ello, mi deseo no es aquí agitar aún más las aguas. Al contrario, me dirijo a ustedes con la alegría de anunciarles la elevada calidad de la Edición 2021 de los Premios de la OIV, en la cual numerosos lectores especialistas y profesionales del sector de todo el mundo nos honran con su contribución, al evaluar las publicaciones candidatas.
Los escritores, fotógrafos, investigadores y creadores de sitios web que nos disponemos a galardonar* atestiguan su compromiso con el viñedo, el vino, y sus “autores”, que se presentan así como garantes del mantenimiento de una forma literaria de la “convivialidad”, tanto en el mundo real como en el virtual. Este vínculo, desde el banquete antiguo, continúa hasta nuestros días, gracias a ellos.
Esta añada 2021 de los Premios de la OIV se anuncia así bajo los auspicios de una armonía entre la tradición y la renovación. Tradición mediante la calidad de los textos, que describen un trabajo avanzado de investigación; y renovación, gracias a la originalidad de las publicaciones, tanto por las temáticas abordadas como por la creatividad editorial.
El carácter “necesario” tanto de la literatura como del vino, del enriquecimiento de la bibliografía vitivinícola mundial clásica y digital y de la transmisión de los conocimientos sobre la vid y el vino se ve así claramente demostrado.
Podemos regocijarnos y felicitar a los actores de estos dos sectores que, tanto en la OIV como en los pensamientos de los autores, actúan en forma conjunta.
Por lo que a mí toca, pienso que hay un género de temas convivales, de entre los cuales unos los proporciona la historia, en tanto que otros se pueden tomar de los asuntos que tenemos a mano, que contienen muchos ejemplos varoniles y magnánimos para la filosofía, y muchos también para la piedad, y otros que provocan la emulación de hechos virtuosos y humanitarios. Si alguien consiguiera instruir a los bebedores haciendo uso de ellos sin infundir sospechas, eliminaría de la borrachera sus vicios no menores.
Plutarco, Charlas de sobremesa, libro I, cuestión primera (Mor. 614a-b)